Desde finales de los años ochenta, la responsabilidad social empresarial (RSE) se ha venido integrando al ámbito empresarial. En nuestro país se ha tomado de manera objetiva desde la firma del pacto global en las Naciones Unidas el 31 de enero de 1999.
La RSE se ha vuelto un lineamiento muy importante de la política social y la cultura organizacional, puesto que es una respuesta integradora que busca cumplir las metas del milenio de la ONU, como la erradicación de la pobreza, la igualdad de género, la sostenibilidad del medioambiente, mediante prácticas que funcionen como medios para alcanzar el desarrollo humano y facilitar la sostenibilidad (Vergara, 2009).
La RSE nos lleva a un nuevo enfoque de la economía, una economía social que permite el desarrollo de nuevos productos, que deben satisfacer necesidades de un grupo específico de personas o clientes (cada vez más creciente), y que esperan fidelizar el incremento del nicho de mercado y la penetración de mercados populares en la oferta de nuevos servicios y productos. Por consiguiente, las empresas con una visión corporativa global responsable serán las que alcancen un desarrollo sostenible a largo plazo, cuya estrategia corporativa global les garantice la competitividad y un good will reconocido, no sólo por su competencia sino también por sus consumidores (Lucas Muñoz y Olaya Garcerá, 2010).
La responsabilidad que tienen las empresas para con la sociedad y el medioambiente en las que se desempeñan, es realmente, una responsabilidad moral. En este sentido, se puede decir entonces que hablar de responsabilidad social de las empresas implica, necesariamente, hablar de ética empresarial.
La responsabilidad social y ética son temas cada vez más importantes en nuestra sociedad. Mediante la ética empresarial, la organización integra sus valores organizacionales, como honestidad, confianza, respeto y justicia, en sus propias políticas y prácticas y en la forma en la que se toman las decisiones en todos los niveles de la empresa. El ser ético empresarialmente, como parte de la responsabilidad social empresarial, se ha convertido en un plus para las empresas, que aumenta su atractivo en el mercado. Vemos entonces que, así como el desempeño financiero marca el éxito de una empresa, igualmente lo marcan una ética empresarial y una política de gobierno corporativo, puesto que se proyecta a los clientes como un producto de confianza, gracias a la transparencia que brindan los códigos de ética para solucionar los conflictos de interés y la mayor diversidad de los órganos de gobierno. De igual manera, los colaboradores prefieren trabajar con empresas que comparten sus valores éticos y sociales, y esto puede aumentar no solo las ventas y atraer inversión, sino la lealtad del empleado, fundamental como esencia de la empresa.
No obstante, hay empresas que pueden caer en la tentación de utilizar la ética para mejorar su imagen. Pero la ética soporta muy mal la incoherencia. No se puede hacer una cosa y decir lo contrario (Cortina, 2004).
Hacer lo correcto en una empresa no sólo se refiere a quedarse en la definición de los principios éticos, sino que también se debe pasar a la práctica, dando un buen trato a los trabajadores, al medio ambiente y a la comunidad. Es necesario que este compromiso se dé no sólo a nivel colectivo, sino también a nivel individual, para que todas las personas de las empresas se sientan comprometidas y cooperen para llevar a cabo las labores planteadas. En este orden de ideas, gana la empresa y gana el individuo, una vez la organización actúa éticamente mientras implementa sus prácticas de responsabilidad social.
En el campo de la arquitectura y la ingeniería, estos temas son especialmente relevantes debido a la gran influencia que estos profesionales tienen en el medioambiente y en la calidad de vida de las personas. Es imprescindible tener como compromiso propio el cumplimiento de los códigos de ética profesional, que implican ejecutar con calidad y responsabilidad el honor de ser un profesional, garantizando que los proyectos de construcción sean sostenibles, seguros y accesibles para todos y así mismo conllevan a aportar al cumplimiento de la responsabilidad de la empresa, en la cual nosotros como profesionales y ciudadanos tenemos un rol protagónico.
En Colombia, el Código de Ética de la Arquitectura está consignado en la ley 435 de 1998, Título VI, artículos 14 al 23, y el Código de Ética de la Ingeniería está consignado en la Ley 842 de 2003, documentos que deben ser de esencial atención por parte de los profesionales en estas áreas.
En conclusión, debemos entender el concepto de responsabilidad social como una noción que va más allá de lo filantrópico, que debe ser concebido como una estrategia, una pauta de comportamiento organizacional e individual que beneficie a la sostenibilidad de la empresa y a la de la comunidad en general mediante prácticas éticas, socialmente responsables.
El objetivo último de la actividad económica es ético: el bien del hombre.
(De Garay, 1997)
Referencias
Cortina, Adela (2004). Manos Unidas. En: El concepto moderno de empresa ha de incluir necesariamente cuestiones éticas. Disponible en: http:// www.manosunidas.org/opinion/ adela_cortina.htm. Consulta: 30 de diciembre de 2013.
Lucas Muñoz, A. y Olaya Garcerá, J. E. (2010). Responsabilidad social empresarial: su origen, evolución y desarrollo en Colombia. Cali: Universidad Santiago de Cali. Vergara, M. P. (2009). Ser o aparentar la responsabilidad social en Colombia. Bogotá.
Hamburguer Fernández Álvaro Andrés (2008). Ética y Responsabilidad social de las empresas. Revista de la Universidad de La Salle. Volumen 2008. Número 4